La historia de Ángela María Márquez, quien pide ayuda para su rehabilitación. Esta joven, que acaba de salir de un hospital chileno, espera poder volver pronto a Colombia.
Mi nombre es Ángela María Márquez Duque, tengo 30 años, soy colombiana y llevo residiendo en Chile desde el 11 de mayo de 2008 en calidad de estudiante del programa de Postgrado de Antropología de la Universidad Católica del Norte. El 14 de septiembre de 2009 en las horas de la mañana, mientras recogía información para mi tesis de maestría, sufrí un accidente de altura en San Pedro de Atacama.
Eran como las 9 de la mañana y me encontraba a las afueras de San Pedro, en unas ruinas azufreras, muy poco transitadas, sobre lo que era una plataforma de carga. Mientras tomaba unas fotos dí un paso en falso cayendo de espalda desde una altura aproximada de 4.30 mts. Al momento de saber que caigo, tristemente me doy cuenta de lo que otras muchas personas cuentan: el cerebro trabaja a una velocidad asombrosa. Era consciente de que estaba sola, en un lugar apartado, cayendo de un lugar peligrosamente alto y no tenía celular.
Ya en tierra lo primero que me dije fue "¡despierta!" pero a mi pesar no lo hice. No le informé a nadie que me dirigía a ese sitio (ya otras veces lo había hecho sola) y me percaté de que podían pasar dos o tres días antes de que alguien notara mi ausencia y muchos días más antes de que alguien me encontrara. Intenté levantarme, me apoyé en mis brazos sintiendo sangre corriendo por mi cabeza e hice un esfuerzo por levantarme pero un dolor en el pecho no me lo permitió. Mi tronco cayó nuevamente en el suelo y justo en ese momento no sentí las piernas. Ya bocarriba, comenzaron a transcurrir 6 largas horas y mucho sol brilló antes de que me rescataran. San Pedro está ubicado en el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y el sol es realmente inclemente. Entre el dolor de espalda y pecho pasaron muchas cosas por mi cabeza: familia, amigos, películas, momentos vividos, cosas ridículas, cosas importantes y más cosas verdadederamente ridículas.
En ningún momento quedé inconsciente, aunque era lo que desesperademente quería porque el dolor era mucho. Protegí mi cara del sol y por cortos lapsos gritaba lo más fuerte que podía pidiendo ayuda, aún sabiendo que si no había alguien cerca nadie me iba a escuchar. Intenté vanamente arrastrarme, intenté dormir y por ratos lloraba, hasta que por fin a las 3 de la tarde escuché a unas muchachas que iban de paseo. Grité fuerte pero no me encontraban y comencé a lanzar piedras que había a mi alrededor para llamar la atención, logrando que me ubicaran. Una de ellas llamó a carabineros (policía) y ellos llamaron la ambulancia siendo socorrida por personal de la posta de San Pedro. Luego de estar en la posta y de ser rápidamente evaluada, me trasladaron al Hospital de Calama y finalmente al Hospital Regional de Antofagasta. El diagnóstico para mi accidente fue de politraumatismo grave: Trauma raquimedular con compromiso medular T 7 -T 8 (fractura conminuta de la vértebra), Disyunción esternal y hemoneumotórax en pulmón derecho, además quemaduras por sol en abdomen y pierna izquierda. Pasé 38 días en el hospital en los cuales me realizaron una fijación de columna desde la vértebra T6 a la T9, reconstrucción de vértebras T7 y T8; fijación del esternón y drenaje de casi un litro de líquido y sangre alojados en los pulmones. Actualmente presento una paraplejía de la cintura hacia abajo.
Mi mamá y mi tía llegaron expresamente de Colombia por mi accidente y aún me acompañan.
El seguro estudiantil cubre los gastos médicos del accidente y la rehabilitación aquí en Chile y al no tener servicio de salud en Colombia no puedo viajar. Además actualmente no puedo desplazarme por ser aún reciente las lesiones. La fisiatra comenta que este tipo de lesiones medulares pueden llevar hasta un año y medio de rehabilitación, pero nosotras no podemos quedarnos tanto tiempo aquí por razones económicas y pues la verdad quisiéramos estar en nuestro país y cerca a la familia. Se tiene planeado estar hasta marzo aquí en Chile, que es cuando dejo de recibir la beca del posgrado que es con lo que nos mantenemos.
Salida del hospital (*)
Después de 38 días, tres cirugías y mucho dolor físico y emocional he salido del hospital. Yo era la paciente M1 en la sala de neurocirugía en el Hospital Regional de Antofagasta y compartía el cuarto con 7 mujeres más aquejadas de diferentes dolencias y tumores. Fueron 38 días en los que vi pasar muchos pacientes (llegué a obtener el título de la más antigua en la sala), doctores, estudiantes de medicina y practicantes de enfermería que desangraban por inexperiencia a cualquiera que cayera en sus manos.
El cuarto en el que estaba por lo menos no estaba pintado de ese desagradable verde hospital el cual decoraba las otras salas, pero durante casi todo el día las moscas revoloteaban haciendo el ambiente aún más fastidioso y pesado.
Los días transcurrían largos y monótonos aunque a veces eran interrumpidos por comentarios graciosos de los otros pacientes o pobres estudiantes internos de medicina asustados a muerte por las preguntas del doctor que hacía las rondas.
Desfilaban también por esas salas cualquier cantidad de pastores, evangélicos, curas y demás personas que “vendían” la solución al dolor: encomendarse al doctor de doctores, el que todo lo sana. Exorcismos del dolor y letanías interminables entre llanto (fingido) y voces temblorosas a cambio de ir a “la iglesia” la cual haya “sanado” el mal.
Las noches al principio interminables (luego más cortas gracias a las pastillas para dormir), la luz encendida hasta tarde; nuevos ingresos de pacientes a las tres de la mañana; mujeres con demencia senil que hablaban o gritaban y a las cuales les contestaban otras mujeres también desorientadas llegando a sostener conversaciones totalmente incoherentes…. La despertada era a las 5 de la mañana; arrancaba la rutina del baño, toma de presión y temperatura, el agua en jarros para quienes podían asearse solas. Para mí, al principio el baño era lo peor, aunque tampoco nunca se convirtió en algo agradable, solo soportable. La movilización de un lado para otro, la cambiada de sábanas, ¡cuánto me dolía la espalda! y mi esternón aún sin fijar se desplazaba (sobresalía sobre mi pecho).
Es increíble cuántas cosas se llega a compartir con todas esas mujeres desconocidas que iban y venían, cuánto llanto y dolor de la mayoría, tantos “inconvenientes” corporales; se compartía cada diagnóstico, resultado de examen o comentario del doctor; también se compartían muchas risas recordando principalmente aquellas actividades corporales que generalmente en otras circunstancias nunca se comentan……
Podría seguir comentando muchas más cosas, pero lo que más voy a recordar es la dedicación y esfuerzo de mi mamá. ¡Qué mujer tan increíble! Sin ella no hubiera logrado sobrevivir esos 38 días, no hubiera logrado superar ni los cinco primeros días… las palabras nunca alcanzarán para agradecerle a ella todo lo que ha hecho por mí. A Javier y sus llamadas diarias, tanto amor en sus palabras.....
Muchas Gracias a todos por sus visitas, mensajes y llamadas, por su ayuda, por sus frases de aliento y por los mejores deseos. Alguien me dijo que lo peor ya había pasado, pero no, lo más difícil apenas se aproxima. Continuaré mis terapias de rehabilitación aquí en Antofagasta y solo me queda seguir aferrada a mi obligada valentía y a la esperanza del “hoy no pasó, pero mañana sucederá”…..
A mi salida del hospital:
Fijación de columna desde la vértebra T6 a la T9, reconstrucción de vértebras T7 y T8; fijación del esternón y drenaje de casi un litro de líquido y sangre alojados en los pulmones (muy doloroso).
El corazón roto, el alma desgarrada y una gran sensación de impotencia.
(*) Este escrito fue realizado a los pocos dias de mi salida del hospital. No fue escrito con la intención de que fuera publicado y en él solo expreso de manera muy general toda la experiencia vivida.
Aún así creo que es solo un retrato de una situación que no es ajena a muchos, una situación que se repite a diario, una situación que describo solo como recuerdos que guardaré en mi memoria porque para mí así sucedieron.
Fueron momentos muy difíciles pero aún así también tengo el recuerdo de personas que me han colaborado mas allá de su obligación como han sido los compañeros, profesores y administrativos de la Universidad Católica del Norte, al Neurocirujano que me atendió y las personas que consolaron a mi mamá en el hospital. A todos ellos también gracias.
Espero realmente en este escrito no ser desagradecida (además es solo un fragmento de un todo), pero nada, y más cuando uno vé el futuro con lagrimas en los ojos, es perfecto; aún así no temo decir que todo puedo mejorar.
http://www.elespectador.com/impreso/chile/articuloimpreso174427-el-corazon-roto-el-alma-desgarrada?page=0,0
Mi nombre es Ángela María Márquez Duque, tengo 30 años, soy colombiana y llevo residiendo en Chile desde el 11 de mayo de 2008 en calidad de estudiante del programa de Postgrado de Antropología de la Universidad Católica del Norte. El 14 de septiembre de 2009 en las horas de la mañana, mientras recogía información para mi tesis de maestría, sufrí un accidente de altura en San Pedro de Atacama.
Eran como las 9 de la mañana y me encontraba a las afueras de San Pedro, en unas ruinas azufreras, muy poco transitadas, sobre lo que era una plataforma de carga. Mientras tomaba unas fotos dí un paso en falso cayendo de espalda desde una altura aproximada de 4.30 mts. Al momento de saber que caigo, tristemente me doy cuenta de lo que otras muchas personas cuentan: el cerebro trabaja a una velocidad asombrosa. Era consciente de que estaba sola, en un lugar apartado, cayendo de un lugar peligrosamente alto y no tenía celular.
Ya en tierra lo primero que me dije fue "¡despierta!" pero a mi pesar no lo hice. No le informé a nadie que me dirigía a ese sitio (ya otras veces lo había hecho sola) y me percaté de que podían pasar dos o tres días antes de que alguien notara mi ausencia y muchos días más antes de que alguien me encontrara. Intenté levantarme, me apoyé en mis brazos sintiendo sangre corriendo por mi cabeza e hice un esfuerzo por levantarme pero un dolor en el pecho no me lo permitió. Mi tronco cayó nuevamente en el suelo y justo en ese momento no sentí las piernas. Ya bocarriba, comenzaron a transcurrir 6 largas horas y mucho sol brilló antes de que me rescataran. San Pedro está ubicado en el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y el sol es realmente inclemente. Entre el dolor de espalda y pecho pasaron muchas cosas por mi cabeza: familia, amigos, películas, momentos vividos, cosas ridículas, cosas importantes y más cosas verdadederamente ridículas.
En ningún momento quedé inconsciente, aunque era lo que desesperademente quería porque el dolor era mucho. Protegí mi cara del sol y por cortos lapsos gritaba lo más fuerte que podía pidiendo ayuda, aún sabiendo que si no había alguien cerca nadie me iba a escuchar. Intenté vanamente arrastrarme, intenté dormir y por ratos lloraba, hasta que por fin a las 3 de la tarde escuché a unas muchachas que iban de paseo. Grité fuerte pero no me encontraban y comencé a lanzar piedras que había a mi alrededor para llamar la atención, logrando que me ubicaran. Una de ellas llamó a carabineros (policía) y ellos llamaron la ambulancia siendo socorrida por personal de la posta de San Pedro. Luego de estar en la posta y de ser rápidamente evaluada, me trasladaron al Hospital de Calama y finalmente al Hospital Regional de Antofagasta. El diagnóstico para mi accidente fue de politraumatismo grave: Trauma raquimedular con compromiso medular T 7 -T 8 (fractura conminuta de la vértebra), Disyunción esternal y hemoneumotórax en pulmón derecho, además quemaduras por sol en abdomen y pierna izquierda. Pasé 38 días en el hospital en los cuales me realizaron una fijación de columna desde la vértebra T6 a la T9, reconstrucción de vértebras T7 y T8; fijación del esternón y drenaje de casi un litro de líquido y sangre alojados en los pulmones. Actualmente presento una paraplejía de la cintura hacia abajo.
Mi mamá y mi tía llegaron expresamente de Colombia por mi accidente y aún me acompañan.
El seguro estudiantil cubre los gastos médicos del accidente y la rehabilitación aquí en Chile y al no tener servicio de salud en Colombia no puedo viajar. Además actualmente no puedo desplazarme por ser aún reciente las lesiones. La fisiatra comenta que este tipo de lesiones medulares pueden llevar hasta un año y medio de rehabilitación, pero nosotras no podemos quedarnos tanto tiempo aquí por razones económicas y pues la verdad quisiéramos estar en nuestro país y cerca a la familia. Se tiene planeado estar hasta marzo aquí en Chile, que es cuando dejo de recibir la beca del posgrado que es con lo que nos mantenemos.
Salida del hospital (*)
Después de 38 días, tres cirugías y mucho dolor físico y emocional he salido del hospital. Yo era la paciente M1 en la sala de neurocirugía en el Hospital Regional de Antofagasta y compartía el cuarto con 7 mujeres más aquejadas de diferentes dolencias y tumores. Fueron 38 días en los que vi pasar muchos pacientes (llegué a obtener el título de la más antigua en la sala), doctores, estudiantes de medicina y practicantes de enfermería que desangraban por inexperiencia a cualquiera que cayera en sus manos.
El cuarto en el que estaba por lo menos no estaba pintado de ese desagradable verde hospital el cual decoraba las otras salas, pero durante casi todo el día las moscas revoloteaban haciendo el ambiente aún más fastidioso y pesado.
Los días transcurrían largos y monótonos aunque a veces eran interrumpidos por comentarios graciosos de los otros pacientes o pobres estudiantes internos de medicina asustados a muerte por las preguntas del doctor que hacía las rondas.
Desfilaban también por esas salas cualquier cantidad de pastores, evangélicos, curas y demás personas que “vendían” la solución al dolor: encomendarse al doctor de doctores, el que todo lo sana. Exorcismos del dolor y letanías interminables entre llanto (fingido) y voces temblorosas a cambio de ir a “la iglesia” la cual haya “sanado” el mal.
Las noches al principio interminables (luego más cortas gracias a las pastillas para dormir), la luz encendida hasta tarde; nuevos ingresos de pacientes a las tres de la mañana; mujeres con demencia senil que hablaban o gritaban y a las cuales les contestaban otras mujeres también desorientadas llegando a sostener conversaciones totalmente incoherentes…. La despertada era a las 5 de la mañana; arrancaba la rutina del baño, toma de presión y temperatura, el agua en jarros para quienes podían asearse solas. Para mí, al principio el baño era lo peor, aunque tampoco nunca se convirtió en algo agradable, solo soportable. La movilización de un lado para otro, la cambiada de sábanas, ¡cuánto me dolía la espalda! y mi esternón aún sin fijar se desplazaba (sobresalía sobre mi pecho).
Es increíble cuántas cosas se llega a compartir con todas esas mujeres desconocidas que iban y venían, cuánto llanto y dolor de la mayoría, tantos “inconvenientes” corporales; se compartía cada diagnóstico, resultado de examen o comentario del doctor; también se compartían muchas risas recordando principalmente aquellas actividades corporales que generalmente en otras circunstancias nunca se comentan……
Podría seguir comentando muchas más cosas, pero lo que más voy a recordar es la dedicación y esfuerzo de mi mamá. ¡Qué mujer tan increíble! Sin ella no hubiera logrado sobrevivir esos 38 días, no hubiera logrado superar ni los cinco primeros días… las palabras nunca alcanzarán para agradecerle a ella todo lo que ha hecho por mí. A Javier y sus llamadas diarias, tanto amor en sus palabras.....
Muchas Gracias a todos por sus visitas, mensajes y llamadas, por su ayuda, por sus frases de aliento y por los mejores deseos. Alguien me dijo que lo peor ya había pasado, pero no, lo más difícil apenas se aproxima. Continuaré mis terapias de rehabilitación aquí en Antofagasta y solo me queda seguir aferrada a mi obligada valentía y a la esperanza del “hoy no pasó, pero mañana sucederá”…..
A mi salida del hospital:
Fijación de columna desde la vértebra T6 a la T9, reconstrucción de vértebras T7 y T8; fijación del esternón y drenaje de casi un litro de líquido y sangre alojados en los pulmones (muy doloroso).
El corazón roto, el alma desgarrada y una gran sensación de impotencia.
(*) Este escrito fue realizado a los pocos dias de mi salida del hospital. No fue escrito con la intención de que fuera publicado y en él solo expreso de manera muy general toda la experiencia vivida.
Aún así creo que es solo un retrato de una situación que no es ajena a muchos, una situación que se repite a diario, una situación que describo solo como recuerdos que guardaré en mi memoria porque para mí así sucedieron.
Fueron momentos muy difíciles pero aún así también tengo el recuerdo de personas que me han colaborado mas allá de su obligación como han sido los compañeros, profesores y administrativos de la Universidad Católica del Norte, al Neurocirujano que me atendió y las personas que consolaron a mi mamá en el hospital. A todos ellos también gracias.
Espero realmente en este escrito no ser desagradecida (además es solo un fragmento de un todo), pero nada, y más cuando uno vé el futuro con lagrimas en los ojos, es perfecto; aún así no temo decir que todo puedo mejorar.
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