El Teatro Municipal de Santiago enfrentará la temporada 2010, del Bicentenario, en un momento particularmente auspicioso: tiene preparado un programa de gran calidad, tanto en títulos como en artistas, que incluye a diversos compositores y directores nacionales; se inicia el período de un nuevo director de la orquesta -el joven y talentoso director israelí Rani Calderón, luego de la exitosa etapa cumplida bajo la dirección de Jan Latham-Koenig- y, además, exhibe una fortaleza y prestigio que ha traspasado nuestras fronteras. Ha logrado convenios con teatros extranjeros para preparar escenografías de óperas, constituyéndose esto en una nueva área de actividad del teatro; este género atraviesa un auge en su cultivo y difusión, y su director general ha sido reelecto como presidente de Ópera Latinoamericana, agrupación que incluye a los más importantes teatros del continente, por la calidad y confiabilidad de su trabajo.
Sin embargo, hace cuatro años se encontraba en un estado lamentable: su patrimonio era negativo en unos cinco mil millones de pesos, los conflictos laborales se habían agudizado -no presentación de sus músicos a conciertos, cancelación de óperas programadas, y una prolongada huelga al año siguiente-, que ponían en duda su permanencia en el tiempo. La gestión del alcalde Alcaíno, con un cuidadoso y paciente esfuerzo, logró corregir los excesos a que habían llegado los reglamentos laborales del teatro -una causa principal de los problemas que lo agobiaban-, que finalmente fueron resueltos, lo que permitió comenzar el proceso que lo ha llevado al sitial actual, al que el alcalde Zalaquett ha contribuido, al consolidar resueltamente la senda trazada. Las relaciones laborales mejoraron, el patrimonio negativo está prácticamente eliminado, las temporadas artísticas se regularizaron, y el prestigio internacional del teatro ha alcanzado nuevas alturas, bajo la conducción de su director, Andrés Rodríguez, quien ha dado cuenta pública de su gestión en recientes conferencias con los medios y en una extensa entrevista con este diario.
El Teatro Municipal es hoy un motivo de fundado orgullo nacional. Provee trabajo y da proyección a artistas nacionales en los más diversos ámbitos -ballet y conciertos, además de la ópera-, atrae a profesionales de diversos países de la región y aun de Europa, y proyecta la imagen de un país serio, que desea desarrollar su cultura y que ofrece espectáculos de calidad tanto en su sala como en regiones, y a un público versado al igual que a estudiantes o modestos pobladores. Esta institución constituye hoy un caso de disciplina y buenas prácticas que debería servir de ejemplo en el ámbito público, cuando el país comience su tercer siglo de vida independiente.
http://blogs.elmercurio.com/editorial/2009/11/30/el-teatro-municipal-ante-el-bi.asp
Sin embargo, hace cuatro años se encontraba en un estado lamentable: su patrimonio era negativo en unos cinco mil millones de pesos, los conflictos laborales se habían agudizado -no presentación de sus músicos a conciertos, cancelación de óperas programadas, y una prolongada huelga al año siguiente-, que ponían en duda su permanencia en el tiempo. La gestión del alcalde Alcaíno, con un cuidadoso y paciente esfuerzo, logró corregir los excesos a que habían llegado los reglamentos laborales del teatro -una causa principal de los problemas que lo agobiaban-, que finalmente fueron resueltos, lo que permitió comenzar el proceso que lo ha llevado al sitial actual, al que el alcalde Zalaquett ha contribuido, al consolidar resueltamente la senda trazada. Las relaciones laborales mejoraron, el patrimonio negativo está prácticamente eliminado, las temporadas artísticas se regularizaron, y el prestigio internacional del teatro ha alcanzado nuevas alturas, bajo la conducción de su director, Andrés Rodríguez, quien ha dado cuenta pública de su gestión en recientes conferencias con los medios y en una extensa entrevista con este diario.
El Teatro Municipal es hoy un motivo de fundado orgullo nacional. Provee trabajo y da proyección a artistas nacionales en los más diversos ámbitos -ballet y conciertos, además de la ópera-, atrae a profesionales de diversos países de la región y aun de Europa, y proyecta la imagen de un país serio, que desea desarrollar su cultura y que ofrece espectáculos de calidad tanto en su sala como en regiones, y a un público versado al igual que a estudiantes o modestos pobladores. Esta institución constituye hoy un caso de disciplina y buenas prácticas que debería servir de ejemplo en el ámbito público, cuando el país comience su tercer siglo de vida independiente.
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