agosto 10, 2009

La desafiante explotación de petróleo en Alaska

El primero en apostar por los recursos energéticos del Ártico fue el magnate petrolero Robert Anderson. En 1967, con su compañía Sinclair, descubrió un enorme yacimiento de “oro negro” en la Bahía de Prudhoe, en Alaska, pero el proyecto de explotación demoró un par de años en concretarse.
La bahía, una pequeña ensenada del Mar de Beaufort, está libre de hielo sólo seis semanas al año, por lo que cualquier proyecto que se ideara para sacar el petróleo enfrentaría duros desafíos.
La dificultad del transporte propició que se ideara un oleoducto que, atravesando Alaska, llegara hasta el puerto de Valdez, en la zona sur del Estado y a 1.200 kilómetros de distancia.
Luego de la severa crisis del petróleo de 1973 se revivió el proyecto de oleoducto TransAlaska, el que comenzó a operar en 1977 y hoy constituye una de las maravillas de la ingeniería.
Tiene poco más de 1,20 metro de diámetro y en muchas partes se eleva sobre 1,5 metro del suelo para permitir el tránsito de los animales salvajes del lugar. La “línea” del oleoducto es en zig-zag, tanto para permitir la expansión térmica como para neutralizar los eventuales efectos de temblores o terremotos que se podrían producir en una zona eminentemente sísmica. El diseño del oleoducto permite hasta 1,5 metro de movimiento vertical y 6 metros de movimiento horizontal.
El petróleo tarda unos cinco días y medio en hacer todo el camino de la bahía hasta Valdez. Una vez allí, es llevado en grandes cargueros a refinerías del sur o bien exportado directamente a mercados asiáticos. La Bahía de Prudhoe es hoy el mayor campo petrolífero de Estados Unidos y abarca una superficie de unos 1.400 kilómetros cuadrados. En esta gran área se distribuyen diferentes estaciones o campos petrolíferos satélites, entre ellos Kuparuk, Endicott, Point Mac Intyre, Milne Point y Naikuk.
En conjunto, la Bahía de Prudhoe produce nada menos que un millón de barriles al día. En toda su historia de explotación, el área ha producido más de 15 billones de barriles, aproximadamente, un quinto del consumo de Estados Unidos.
El éxito de Endicott
El campo petrolífero de Endicott es uno de los que se ubica en la bahía, a algunos kilómetros de la costa.
Durante seis a ocho meses al año, el mar tiene una capa de hielo de casi dos metros. Construir en estas condiciones es tarea titánica.
A mediados de la década de los 80 se decidió realizar instalaciones en medio de estas remotas aguas. El equipo de proyecto ideó construir en módulos que pudieran ser transportados en barcazas. Algo así como un “mecano” de enormes proporciones.
Estos módulos fueron construidos en Lousiana (Golfo de México) y llevados luego vía Canal de Panamá hacia las heladas costas de Alaska. El transporte debía arribar a Alaska a fines de julio, cuando el hielo del Océano Ártico estaba por derretirse. La “ventana” para armar el mecano duraba no más de cuatro a seis semanas antes de que a mediados de septiembre se congelaran nuevamente las aguas.
Ya que se necesitaba trabajar en muchos frentes, entre ellos caminos, campamentos, generación de energía, depósitos y oleoductos, se requería una especial filosofía contractual. Lo que se decidió fue dividir el trabajo en “paquetes” que se correspondieran con las capacidades de las diferentes compañías de ingeniería y construcción involucradas en el proyecto, incluso evitando en lo posible la “sobrecoordinación”.
Cada una se hacía responsable de lo suyo.
El proyecto incluyó construir dos islas artificiales de grava, lo que implicó mover miles de toneladas de ese material. Estas islas son las que proveen una superficie estable para las labores de perforación, para la producción y las instalaciones. La mayor, de 180 mil metros cuadrados, es la que concentra la mayoría de las instalaciones y permite la perforación de hasta 70 pozos; la más pequeña soporta 50 pozos.
Primero se construyó un campamento para 600 trabajadores, luego las instalaciones de procesamiento y apoyo. Dado que el solo diseño de las instalaciones de procesamiento requería 1,8 millón de horas de ingeniería -lo que demoraría más de dos años- se tomó una decisión drástica: se debían construir estas instalaciones simultáneamente al diseño para poder terminar el proyecto a tiempo.
Gracias a innovadoras técnicas de manejo de proyectos, Endicott comenzó a operar oficialmente en octubre de 1987, nueve meses antes de lo proyectado y con un presupuesto 600 millones de dólares bajo lo previsto. Con reservas de al menos 350 millones de barriles, es capaz de producir 100mil barriles diarios. La creatividad del equipo de proyecto en el tema de la contratación y el sistema único de construcción desarrollado hizo una gran y millonaria diferencia.

Universidad Adolfo Ibañez - Escuela de Negocios
LA TERCERA lunes 10 de agosto de 2009 http://www.latercera.com/

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